viernes, 9 de enero de 2009



Marcos

No hacia demasiado calor, sin embargo el sol estaba dispuesto y yo estaba dispuesto. Ana estaba encinta y tenía unas ideas absurdas de que su hijo seria pianista y que tendría los dedos largos y finos. Y yo estaba esperando que Ana se durmiera para quitarme la ropa y tirarme al agua. No había abejas que estorbasen, sólo había moscas que me hacían creer que eran abejas pero no lo eran. Ana seguía hablándome y las palabras como un ensueño futurista, yo quería un vaso de algo fuerte pero eso estaba muy lejos. El agua de la pileta que me llamaba y Ana que no me dejaba y me hablaba de nuestro hijo que iba a nacer en abril y que se iba llamar Marcos. Marcos… yo tuve una vez un compañero que se llamaba Marcos y que me pinchaba con los lápices afilados amarillos y negros. Marcos… Sastre un librero cuya obsesión era la tinta azul. Marcos es un nombre terrible, pero un nombre es fuego es ceniza, es… Ana. Ana sigue hablando y su cara está cada vez más violácea y yo no la distingo, sólo oigo carcajadas del patio anexo como un himno idiota o una banda que le hace soporte a la mina que toca el arpa en el club de Costanera Sur. Ana cállate la boca.
Ana se acuesta en la lonilla y yo me levanto lentamente y me zambullo jugando a que me ahogo despacito y volviendo al exterior para volver a escuchar los ronquidos de Ana y las carcajadas del patio anexo. Quiero un vaso con algo fuerte.


Filibusteros

Nadie podía encontrarme. Nadie podía saber donde estaba. Nadie me saludo, sólo alguien me soplo en la nuca. Tenía entre las manos un disco. El pasto se me planteaba disoluto. No había más cansancio sólo había poder. Ningún insecto rondaba. Los pájaros habían sido devorados por el gato. La ventana estaba rota. Estaba solo. Ningún vecino, un astronauta plástico. Saquéenle los ojos. El diario tenía las páginas en blanco. El soneto me daba una comezón en la cuasi garganta. No había nubes. Perdón había una sola que se movía sin parar. La muralla maldita. El puente por el cual caminan los albaneses en transe. Ningún ferroviario. La pala. Una carretilla en donde yace el perro muerto. El viaje a acá a la vuelta. El suspiro los retorcijones el acceso a la nada. Una sandia comida por alguien que se murió antes de ayer.

martes, 6 de enero de 2009