viernes, 17 de abril de 2009


El uso impertinente (la canción que se llevó al abuelo).



Yo uso las cosas al menos tres veces. La primera es el tacto (tan afilado para nuestros días). La segunda vez es como un ir y un volver, me vuelvo gato chico, no paro de saltar y de agarrarme de todo lo que se balancea. En la tercera corro entonces corro, con tanta velocidad como puedo. Un hombre me indica la salida o se la indica a sí mismo, queriendo dar los pasos al revés, y yo digo que me tapo la boca porque el hombre ese ha tomado demasiado, su sudoración huele a bebida blanca (inconfundible su balanceo que no es casualidad). A veces el alcohol me recuerda a las castañas, otras al botiquín de los licores y la mayor parte de las veces a mi querido abuelo, no tan querido pero si temido. Mi madre me dejaba en sus brazos casi todos los días. Yo tendría al menos dos o tres años para recordar que en sus faldas no todo era amor incondicional. Era un amor pesado, duro como un fierro y yo entendí después con mucho esfuerzo porque siempre me pareció loco que un hombre senil se excitara con una criatura tan chica y tan inocente. Mi pierna sentía lo duro y sus brazos eran como los de un parásito que me absorbía y se apoderaba de mi. Más de eso no teníamos, y pronto mi madre se dio cuenta de la incomodidad que me producía sentarme en aquellas faldas, pero no lo supo del todo. Entonces la complicidad se hallaba entre nosotros dos, abuelo y nieta con un secreto que tragaríamos para siempre.
Ella (la madre) nunca entendió que un hombre es un hombre. El hombre por el hombre mismo y me dolió saber que nunca le interesó entender. Tal vez porque el abuelo-padre le hacía lo mismo, tal vez mi madre quiso dejarme de herencia la suya, aquel órgano que iba creciendo en su pierna hasta hacérmelo notar con toda seguridad. Un hombre no es un abuelo y un abuelo es un hombre. Ese señor que nunca se animó a expresar su predilección del todo (las niñas con bucles y sonrisas edulcoradas). Las niñas mozas con vestidos de volados y calzas y zapatos con hebilla. Los hombres que son hombres, la asquerosidad del tacto que no se debe hacer, la pierna trémula, la sangre caliente, las manos que ahorcan, el hombre con aliento a bebida blanca, la salida, ay, el grito, deseo gritar, gritar, gritar para siempre.

jueves, 16 de abril de 2009

Está la cultura/ que forma parte de la regla/ está la excepción/ que forma parte del arte/ todos dicen la regla/ cigarrillos/ computadoras/ remeras/ televisión/ turismo/ guerra/ (…) es propio de la regla querer la muerte de la excepción/ (…) organizar la muerte/ del arte de vivir/ que florecía/ aún en nuestros pies.



Jean-Luc Godard's JLG/JLG

sábado, 11 de abril de 2009


you burn me up i'm a cigarette

lunes, 6 de abril de 2009

Eternidad

Jorge Ricardo Masetti

Como me duele la cabeza. Y que frío hace. Es que nadie pasará por esta maldita calle? Ya estoy cansado de esperar. Y la tristeza me sigue colgando de las carnes. Creí que todo sería distinto. Que todo acabaría después del estampido. Que mis ojos dejarían de ver y mis oídos de oír y mi pecho de subir y bajar, subir y bajar. Y que este corazón mío ya no sentiría frío ni estaría oprimido. Pero todo sigue igual. Quizá sea porque es de noche. Y yo en las noches confundo las cosas y los sentimientos. Pero cuando llegue el día podré darme cuenta de que ya no existo para los demás. Las mujeres que van a la feria fijarán en mi sus ojos tibios de colchas y los abrirán espantados. Y entonces si me sentiré ¡por fin! feliz. Me sentiré muerto.
Estoy aquí. No me escupan. No claven sus tacos en mi cabeza. Estoy aquí. Aquí.
El rock no nos dejó pensar en otra cosa que no fuera rock, es imperativo. Suena en un garaje, en mi cuarto y en la radio del colectivo. El rock soy yo (vos), la vaca y el grass, en mi cama, y lo veo en mi póster de la pared. Es la cura, es la anestesia, es el ansiolítico y el revival.
La ola monstruosa porque arranca de cuajo, invade.
Construye después que arrasó como el fuego.
Es una armónica a la mañana. Antes de que empiece hay un silencio que
se ve interrumpido por un acorde, un coro, una batería fulminante, un bajo como una
escalera. El latir del cuerpo, de la sien (ha llegado la salvación y la redención). La caída.
El ascenso grandioso, el llanto el sexo la excitación la locura la luna lo lunático el piso.
La muerte, la muerte (la vida después de la muerte). La carne, el segundo, una voz, esa
voz, un segundo –l a l e n g u a que lame y escupe el asfalto al mismo tiempo-. Una sinfonía. El volumen hasta arriba, más arriba. El g r i t o, los gritos, un grito, ; el pogo, la patada, las sangres, mi sangre, la tuya. Nada en la nada. Sun sun sun. I WANT YOU. Un tornado, el tornado. “¿Obsesiva? obsesiva, obsesiva, Mejor decir que estoy loca”.

“Es por el ansia, es por nada, no es por nada, te quiero y nada".

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