El bote
y por siempre, en el Tiempo detenido,
sueña que es cierto su vivir mentido
porque espera la muerte todavía.
Enrique Banchs, Sombra
La primera vez fue dentro de un bote, el fuego sagrado lo incendiaba todo, allá en la isla.
Al otro lado estaba la casa de vidrio.
Miré hacia todas partes, conjuré la frase.
El agua reflejaba lo alto pero con basura.
El bote no se movía, precisaba de fuerza bruta. Estaba ausente.
Lo había hecho y estaba sola.Estaba sola y no necesitaba de nadie.
Hubiera deseado que la casa de vidrio fuese mía.
Mío tampoco era el bote, mía no era el agua ni mío el vestido.
Estaba despojada. Y como buena despojada, no necesitaba de nadie.
Recordé que me llamaban “el sapito’’. Y parecía concordar el movimiento de mis labios con las chispas que saltaban urgentes en la isla. Como si se pusieran de acuerdo las palabras y los elementos. Como si los elementos no hicieran agonizar a los animales de la isla.
Sentía sus voces y socorrerlos no podía, y entre los musgos y los árboles que lejos no estaban se me dio vuelta el bote.
El bote que había sido mi casa y mi puerto, mi universo y mi vida.
Y a través de lo mojado, sentí el dolor en el pecho, me miré para adentro y comprobé que el fuego estaba dentro de mí.