miércoles, 14 de julio de 2010

México D.f

La arena empezó a volarse y aparecieron dos mexicanos adelante mío y me dijeron si quería alquilar un bote.
Yo les pregunté cuanto salía, y me respondieron que cincuenta pesos.
-yo tengo diez nada más –les dije-.
-no importa, te llevamos igual.

Salimos en el bote.
Uno de los mexicanos era rubio clarito y empezamos a navegar por el delta.
Desde los cinco años que no venía al delta.
La razón de porque estaba ahí, era que me había peleado con mi novio Mariano que vive en Ensenada en lo de sus abuelos. Me tomé el colectivo equivocado y aparecí en el río.
El día era uno de esos bien azules.
-Aquí –me decía el mexicano rubio- tienen un río en el que se pueden bañar, todo muy natural, hasta se puede venir a cazar.
-Si, yo vine a los cinco años, después nunca más. Uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde.
-eso, eso –dijo que el otro mexicano que hasta el momento no había hablado-.

De pronto oímos unos gritos que venían de un islote cercano. Michael se acercó con el bote.
Una chica pedía ayuda.
-¿Qué te sucede estás bien?
-no. mi papá se fue con la lancha hace dos días, como no volvió no tengo comida, solamente mate. Estoy gritando acá afuera hace dos horas y nadie escucha.
-Bueno –dije yo- ¿querés subir?
-si les agradecería.

Una vez que todos nos ubicamos en el bote empezamos a andar devuelta.
Ya estaba oscureciendo. El bote se detuvo con un temblor.
-debe ser un yacaré –dijo la chica-.
Yo me asusté porque nunca había visto un yacaré.
-Michael –dijo el mexicano rubio- ¿quieres ver que pasa ahí en el agua?
Michael asintió con la cabeza y se tiró al río. Se sumergió un rato y salió.
-creo que el yacaré este está mordiendo el bote, voy a tener que buscar un palo, y pegarle para que se vaya.
Yo le di una rama que estaba flotando cerca pero la rechazó.
-¡ésta no sirve wey!, voy a buscar otra.

Entonces vimos que Michael se iba nadando lejos, hasta que no lo vimos más.
-Hubiera traído mate de mi casa si hubiera sabido que nos quedábamos toda la noche acá -dijo la chica-.
Yo no sabía que hacer. Quizás Michael había hecho bien en irse. ¿Qué íbamos a hacer toda la noche?

Estaba amaneciendo en el delta cuando el bote se desatascó y volvió a moverse. El mexicano rubio comenzó a remar hacia la orilla y todos permanecimos callados.
Cuando estábamos por llegar al muelle nos cruzamos con un barco catamarán.
El mexicano que se había ido nadando estaba ahí.
Se hizo el que no nos veía y traía puestos unos anteojos de sol.