martes, 9 de febrero de 2010

La polilla

Volví a mi casa para observar a una polilla reina que había atrapado en un frasco.

Es fascinante –escribí a las 3:45- las polillas a diferencia de nosotros no piensan que se merecen felicidad (derecho a la belleza).


Mirando a la polilla, sigo teniendo la percepción incompetente del turista. Después me olvidé de ellas por tres horas.

Escucho “hace tu cama”, escucho “dejá de mirar ese bicho inútil”. Respondo: -¡inútil vos! Y me voy corriendo con el frasco.

Jugué por última vez a las muñecas. Esta vez tenían dios. Adoraban todas a la polilla que revoloteaba por su frasco.

En Moby Dick leí: “sensato Stubb ¿de qué te quejas?”
y me respondo: -de la polilla ¿de que más?
Ella es el actor principal de este proceso.