martes, 9 de junio de 2009

II


El cigarrillo era una prolongación de su mano
se extendía como un dedo más

la ginebra era una prolongación de su vida
el bar de la estación la casa
la covacha.
El estante de libros una militancia
la parcimonia una espera
el peronismo una anécdota,

el cigarrillo era una prolongación de su mano
una hermana inglesa
un sobre de plata por mes
un alquiler vencido

el cigarrillo era una prolongación de su mano

un hijo muerto
una esposa indiferente
un amigo tuerto

Una estación grasienta.

Y el cigarrillo era una prolongación de su mano
un dedo bobo
un dedo humeante
un sexto dedo

y el cigarrillo era una prolongación de su mano
y el alquitrán le manchaba la barbilla y la lavandina el pantalón del traje
y el peronismo una anécdota,
un cuento de Hoffmann

la pertenecia del haber sido
¿Cómo?
Si yo SOY
Una vida tragicómica
La garganta exhala sonidos de un motor rugiente
una motocicleta veloz

Y el cigarrillo era una prolongación de su mano.

sábado, 6 de junio de 2009

DOMINGO A LA TARDE...

Domingo a la tarde, y voy por el huerto sin recordar cómo salí y llegué hasta acá. El cielo es de oro, deslumbrador, y de los naranjos caen frutas y flores.Trepo a uno, según mi costumbre antigua. Estoy un rato. Los pájaros saltan de rama en rama. Desciendo. Subo. Tomo una fruta. Al bajar, ya veo un cadáver. Vestido y tendido. Y más allá, otro. Y otro. Por todos lados, aparecen. Vestidos y tendidos. Y cada uno con el hígado destrozado o el corazón. Pero ¿quiénes son? Acaso, no me percaté y hubo una rápida guerra?En puntas de pie, voy hacia la casa; desolada paso el jardín de celedonias y “conejitos”. Adentro, no queda nadie. Voy a gritar; para qué, si nadie oye. Algunas mariposas chocan en los vidrios.Sobre la mesa hay un álbum que no conocía; al entremirarlo, veo dibujada la batalla, los cadáveres y las plantas. En blanco y negro. Y en colores. La noche cae de súbito; las luces se encienden solas.Y aparecen más cadáveres entre las plantas.

Marosa di Giorgio, A veces, en el techo de la huerta...

jueves, 4 de junio de 2009

Una fiesta de quince


No no. Eran las velas. Si, todos los familiares están invitados. Espero que no venga esa Gladis (es una arpía). Se cree que puede hablar mal de mí y después puras sonrisitas. La nena la quiere pero… tiene que entrarle el corset, le especifiqué que no comiera por lo menos dos días antes de la fiesta. Un ojo de la cara. Nos endeudamos, pero que más da. La gente dirá ¿Han visto que fiesta más linda y más cara? Seremos de categoría. Nada de salones baratos y de comida en mal estado. Nosotros brindaremos calidad y nadie podrá decir nada. Gladis quedará muda de asombro, esa estupida que dice que nosotros damos vergüenza. ¿Y Héctor? ¿Qué hacemos con Héctor? Si le ponemos las botellas cerca arruinará todo. Quizá se haga el vivo con una amiguita de la nena. Que desastre, tanta plata. Pero después queda el recuerdo. Quiero que mi hija sea una vedette. Cuando la vi probarse el vestido (que orgullo) un poco rechonchita pero si no come estará perfecta. Los suvenires no son los mejores, una velita con una fotito de la nena pegada (pero bueno), nadie puede decir nada. Ahí estas Tamara, -vení sentate, mamá está pensando en vos. No tenes que comer nada ¿Sabes?, vas a ser una diosa –le toca el pelo a la hija-. La madre se balancea, llora de felicidad. Entra un hombre a la cocina (debe ser el padre de Tamara pero no lo sabemos). -¿Qué estas haciendo Elvira? –La mujer está halando sola, en la silla no hay ninguna hija-.