martes, 3 de febrero de 2009



Klaus Kinski

Tengo una tormenta de viento en la cabeza. Anteanoche me desorienté en mi propio patio. Estamos de acuerdo en que estaba ebria, pero no lo suficiente. Caí de rodillas a las ocho de la mañana. Creí ver atrás de los pinos a Klaus Kinski. Yo quería levantarme para ir a buscarlo porque él no se acercaba, pero había desaparecido. Volvió a resurgir media hora más tarde cuando yo ya estaba entregada cortando las hortensias de mi abuela. De vuelta él hacía sus morisquetas y danzaba muy animadamente, pero lamentablemente de un momento a otro se hizo humo y me sentí muy sola. Me abordaba una soledad tan profunda y tan fría que comencé a gritar. Mi idea era despertar a alguien para que al menos me insultase, pero no fue así. Entonces me sentí más sola que antes. Hasta que me acostumbré, logré convivir con ello y ya no me sentí tan enferma. Me sentía súper bien. Y me quede dormida encontrando muy a mi gusto la planta de hortensias que ahora me servia de confortable cama. Y al amanecer me despertó mi enérgica abuela preguntándome de quien era el sombrero ridículo que había encontrado en su patio. Yo le respondí: “Abuela ese sombrero es de nada más ni nada menos que de Klaus Kinski”.

1 comentario:

Luciana dijo...

muy bueno.

el final sobre todo, cambia la vision.

saludos!